miércoles, 5 de mayo de 2010

~5.


Mediría metro sesenta, y tendría unos veinte años, era de las típicas niñas de cara linda, sonrosada y con alguna que otra peca repartida por las mejillas como salpicones de tinta, de esas que aparentan menos edad de la que tienen y que huelen a jazmín.
Estaba caminando sola, por una calle de esas, de las que no se debe pasar sola bajo ningún concepto cuando es de noche y menos si se tiene una cara tan bonita, aunque a ella no parecía importarle.
Sus pequeños ojos grises miraban fijamente a la nada que la envolvía, era una mirada perdida, como la de los viejos que vislumbran la cercanía de la tumba, me sorprendió bastante, pues de lejos, parecía bastante jovial y alegre.
Supongo que aquella visión que tuve fue solo una mascara, pues mientras me acercaba a ella veía sus tristes ojos mas penetrantes y amenazadores y un profundo dolor comenzó a apuñalar mi pecho, una agonía tan asfixiante que terminaba con la mas mínima gota de optimismo que mi frágil cuerpo podía abarcar. Era, con diferencia la mirada mas desesperada que había visto en años y un escalofrió recorrió mi espalda cuando su mirada se cruzo un instante con la mía.
No se que diablos estaría pasando por la mente de aquella muchacha, pero de bueno no debía de tener nada, y cuanta razón tenia mi presentimiento, cuando a la mañana siguiente hallé su imagen en el periódico, en primera página, pues en este pueblucho dejado de la mano de dios, un suicidio es una noticia en toda regla.

Odio el viento, lo odio.
Little M!.

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