viernes, 29 de octubre de 2010

~67.

Podría pasarme años abrazada a ti, acurrucada con los ojos cerrados, intentando agarrarme con todas mis fuerzas a esa sensación de felicidad, de seguridad. Es algo parecido a cuando te compras un helado del sabor que más te gusta, y sólo puedes comprar uno, sabes que a cada lametón que le das estás más cerca de acabártelo, y por ello disfrutas cada trocito de helado que se derrama en tu lengua como si fuera el último.

Y ahí estoy yo, echa un ovillo mientras tú me rodeas con los brazos. Me aprietas contra ti y yo cierro los ojos aún más fuerte. Sonríes, sonrío.
 Una vocecilla dentro de mí dice "¡no te vuelvas demasiado dependiente de él! ¡¿no te das cuenta de que esto es sólo un estado temporal?!" y cada vez que oigo algo así rondando por mi cabeza, abro los ojos, y te miro, y me doy cuenta de que me da igual volverme dependiente de ti, además, ¿para que mentirnos? ya lo soy.
Y a pesar de que sé que nada es para siempre he decidido que yo los helados me los como muy muy muy despacio, tan despacio que pueden pasar años hasta que me lo termine, ( y si se derrite, ¡para algo inventaron las pajitas! pero como ya he dicho, despacio). 
No tengo la más mínima prisa de acabar con esta perfecta y estúpida sensación de éxtasis continuo cada vez que estoy a tu lado.





Por favor, póngame un helado con sabor a esa sonrisa de bicho malo, a unos ojos azules, amarillos y sí, por mucho que digas, también marrones, con sabor a un pelo que cuesta despeinar, a un lunar con forma de corazón en el pulgar...
Un helado con sabor a él.







Más que quererte.






Little M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario