lunes, 8 de noviembre de 2010

~71.

Corre calle abajo, cada vez más rápido. Su coleta se mueve a un lado y a otro marcando el compás del baile que realizan sus mágicas zancadas. Sus ojos comienzan a brillar más y más, una lágrima se escapa de ellos y dibuja en su colorada mejilla un delicado camino húmedo, fruto de la impotencia.
Esquiva uno, dos, tres, y hasta cuatro niños que juegan en la plaza del pueblo con una pelota. Gira en la esquina de la tienda donde solían comprar aquellos helados que tanto la gustaban, y con los que acostumbraba a mancharle la nariz. 
Corre más y más hasta pararse en seco frente a un gran campo. Ahí está, se lleva las manos a la cara y se seca las mejillas aún mojadas por las lágrimas, y a pesar de seguir llorando por dentro, se sonríe. 
Aquí, aquí es donde se revolcaban como críos, y reían, jugaban, y se hacían cosquillas como si sólo importase ver la sonrisa del otro.
Aquí es donde la acariciaba dulcemente el cuello dibujando con sus dedos mil historias por vivir y la miraba como si estuviera echa de la gominola que más le gusta.
Aquí...
Se tumba en medio de la hierba y suspira. Y de nuevo está ahí la impotencia, esas gotas cayendo por su cara, y ese sabor salado en la boca.
Deja que todo ese dolor salga a flote, esa nostalgia por aquel dulce recuerdo de las noches de verano junto a él, tumbados, y recuerda perfectamente lo que la dijo esa noche...
-¿Ves esa estrella? La que más brilla.
-Sí, es preciosa...
-Pues mientras esa estrella siga brillando, yo te recordaré todas las noches, cuando mire al cielo y vea tu reflejo, tan viva como siempre.
Y al recordar esto, siente un latigazo en el pecho y mil lágrimas más hacen su presencia...






Little M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario